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¡DIOS MÍO: CREA EN MÍ UN CORAZÓN PURO! 

Antonio Luque

Del 4 de setembre al 5 d'octubre de 2014

ANTONIO LUQUE. ¿QUIÉN TEME LO IMPLÍCITO?

Seguramente no se trata de sexo de lo que queremos hablar. Se trata de amor. Al prójimo y, desde luego, a uno mismo. La Caridad, como el Sexo, es algo personal y muy de vez en cuando transferible. Por eso el onanismo es, probablemente, el mayor acto de amor. Bien entendido que el sexo, ahí, es algo implícito.

La obsesión escatológica por mostrar la agelación, la humillación, el escarnio, desde las páginas de los periódicos es algo más peligroso que el sexo explícito. Mucho más, desde luego. El Doctor Apertus, en su conocido tratado La agellation dite passionelle (Des Orties Blanches, Paris, 1927), nos habla sobre todo de amor pero no de sumisión. ¿Quién es el sometido? ¿El que somete?. Además, si el acto de amor es privado, consentido y celebrado, ¿dónde está el peligro? ¿En el agelador? ¿En el agelado?

Se trata, sobre todo, de mantener la tensión pública. La pornografía no hace eso. Se dedica a lo efímero e incluso a lo casual. Aunque sea buscado. El periodismo hace todo lo contrario. Se dedica a mantener la agelación al minuto y las alertas de nuestro teléfono móvil nos agreden, con consentimiento, claro está, pero sin ese pudor de la pornografía buscada, querida, conquistada.

Antonio Luque enseña parte de un mundo y parte de otro. Muy sabiamente. Explícitamente, encarados ambos, como partes no precisamente complementarias de un mundo que no hace falta explicar. Y no lo hace.

Uno de mis iconos preferidos es el Martirio de San Sebastián por lo que tiene, precisamente, de explícito. Hace tiempo que colecciono imágenes del Santo asaeteado por ¿siete? veces y precisamente en los puntos “g” nunca he sabido si del cuerpo o del alma. Aquí al lado tengo una estampa torpe de un San Sebastián musculoso pero algo desdibujado en la que, maravillosamente, dos de las saetas están clavadas en las ramas del árbol al que está atado el Santo y las otras cuatro o cinco un poco al tuntún, en la yugular, en un costado, en un muslo y en el tobillo. San Sebastián está mal atado y mira al innito, sin esperanza pero tampoco parece que muy desazonado. Seguramente ha muerto tras el primer echazo, el de la yugular. Pero tampoco lo parece. Enhiesto y más vivo que nunca. Ahí está lo maravilloso. De la santidad y del sentido práctico. De lo contenido y de lo exultado.

Antonio Luque nos muestra lo que nosotros queramos ver. Coleccionistas de sansebastianes o practicantes del onanismo más mental que físico que nos conduce a dejar pasar los días sin

contarlos. Más o menos.

Manuel Allué

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