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INÚTIL REGISTRO

Anna Solé

del 21 de gener al 4 de març de 2017

Un navío zarpa con el descarado optimismo

que antecede a todo naufragio. Se pierde, hundiéndose

en la luz de un mediodía marítimo, calcinante.

             Pero también,

acercando la mirada más acá, mira cómo ya no estás,

cómo te has ido. Revisa tus alforjas, aquello que queda

en tu cesto íntimo: bolígrafos sin tinta, trajes encogidos,

desteñidos temores, un zapato sin su par –el otro yace 

en el fondo de una bahía aceitosa, o quedó en la

            carretera,

testigo de un accidente fatal-; la espuma

de un decir rabioso, maldiciente,

y palabras sin vida, yerbas arrancadas por la misma mano

que decapitó al tritón de la fuente de un parque

donde jugaban unos niños

ahora sometidos por eficaces somníferos.

 

Luis Enrique Belmonte, versos extraidos del poema “Vocación de ausencia”, publicado en su libro “Inútil registro”,  Ediciones Rialp, Madrid, 1999.

“Inútil registro” es la primera exposición de Anna Solé, y basa su título en el poemario homónimo de Luis Enrique Belmonte, del que he extraído en esta hoja de sala algunos versos.  Al igual que el poeta, Anna nos inquiere en su instalación la misma pregunta que Belmonte realiza a sus lectores: ”¿Qué vamos a hacer el resto de nuestras vidas?”, una cuestión que como indica Francisca Noguerol Jiménez, en su artículo en la revista “Cartaphilus”, puede ser de imposible respuesta. A lo que quisiera añadir que la misma, es una extraña mezcla de vitalidad y de hastío. 

 

Para contestar a la pregunta que nos realiza Belmonte en su libro, yo propondría otra: ¿Qué hemos hecho en nuestras vidas? Pero tenemos que hacernos esta interpelación sin necesidad de desarrollar listas, con desafecto por el pasado, sin rencor por las malas situaciones pasadas.

Anna explora con una gran sutileza y sensibilidad, ese momento en el que intentamos volver a recordar algunos hechos pasados y nos damos cuenta de la imposibilidad de revivirlos, de hacerlos presentes, ya que el registro en nuestra memoria de esos instantes se han convertido en sombras, en imágenes superpuestas, en flujos sin tiempo en los que el espacio es indeterminado, intentando que sea el espectador el que conteste el primer interrogante, a través de la visión intimista y estrictamente personal de la artista.

Quisiera pensar que el apego que sentimos por nuestros recuerdos puede resultarnos vital, que nos mantiene cuerdos, que evitará que cometamos el mismo error continuamente como si fuese el día de la marmota. Pero las cosas no son así, solo recordamos el 3 % de nuestra vida, puede que el resto esté en una oscura laguna en nuestro cerebro de la que de vez en cuando flota algún cadáver de nuestro pasado.

Para internarse en la instalación de Anna Solé hay que volver a soñar inocentemente, y pensar que el viento en el bosque trae los olores de lugares que nos queda por visitar o en los que fuimos nosotros mismos de la forma más intensa, que las sombras en la espesura son de personas que nos gustaría conocer o que estuvieron a nuestro lado en nuestros momentos más felices… y puede que así contestemos las dos cuestiones planteadas en este texto. 

Antonio Luque.

Fotografies: Anna Solé

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