I - “Estabamos en la playa, arrojé una pequeña piedra contra las olas, no provocó ninguna onda, ningún movimiento apreciable en el agua.”
II - “Le besé mientras dormía y mi beso se sumergió en el dolor que padecía sin provocar, ni tan siquiera, una pequeña vibración en su piel, un estremecimiento, nada”
III - “¿Me das un abrazo? -No.”
No se a que demente se le ocurrió inventar el Efecto Mariposa, uniéndolo a la Teoría del Caos, y así hacernos concientes de la importancia de los pequeños gestos en nuestra vida, una estupidez de primer grado cuando lo trasladamos al mundo de los afectos.
En “Amor”, Lídia Porcar explora todo un mundo de relaciones, de una manera lúdica y bastante libre, casi sin ser consciente de los significantes que encierra su obra. Esto no desmerece sus piezas, sino al contrario, para mi las ennoblece y nos abre de una manera descarnada su subconsciente, lo desnuda.
Puede parecer un juego de provocación, Lídia es la “Lolita” de Nabokov y son los nudillos de Robert Mitchum en “La noche del cazador”, pero en estos “divertimentos” hay una sinceridad que duele. Una sinceridad impresa y reimpresa en multitud de papeles diferentes, montados con la minusiosidad de un relojero nacido en el Parnaso.
Un mundo de imagenes desechadas y reutilizadas, compendios de detritos, de restos de naufrágios, de soledades, de fotogramas que sugieren quizas esa pequeña onda que esperaba cuando lancé la piedra contra las olas y que nunca se produjo.
Lídia no nos habla en “Amor”, de ese hecho tornasolado y romántico que cambia nuestra vida y que lo hace con pequeños gestos. Por que ese amor no existe, el amor incondicional exige muchísimo de las personas que lo practican, batallas en las que siempre pierden quienes aman, y en esta inflexión sí que está la obra de Lídia Porcar.
“Amor” es una crónica de sus contrarios, y eso hace más evidente al Amor en sí. Quizás tendríamos que dejar de esperar alguna reacción por nuestros cariños. Y comenzar a olvidarnos de esos pequeños gestos llenos de irrealidad y de esas grandes batallas que nos destrozan.
La noche se cierra para todos, y a veces, cuesta mucho abrazar a quién se ama.
Antonio Luque
Fotografies: Kandi Álvarez i Francesc Roig