“Ya no es demasiado pronto, desde luego. Incluso casi se ha hecho tarde”
Amin Maalouf, “Orígenes”, 2004
Cuando comenzamos a hablar del proyecto “Kiri”, apenas estaba esbozado, me produjo una desacostumbrada congoja. Recuerdo una experiencia personal, en la que por motivos de una enfermedad, estuve casi tres años postrado en cama, y el terrible dolor emocional que tenía en los momentos de vigilia. Rubén en esta fase inicial quería fotografiar una serie de personas, entre los primeros meses de vida, hasta sus últimos estadios. Casi atrapando con su cámara el paso del tiempo, pero también de la vida.
“Kiri” explora, desde un espacio tan intimo como es el dormitorio, el mundo de la ternura y del apego, pero también el de la solitud y el dolor, que reinan en las alcobas. El dormitorio, ese cubículo en donde pasamos la mayor parte de nuestra vida se convierte, en manos de Rubén, en un espacio gris, donde las paredes que lo conforman se intuyen casi infinitas, pero el espacio, a pesar de su neutralidad, está cerrado por la persona que lo habita, única e intransferible, personas que se exponen ante la cámara, puede que mostrando su lado más humano, sus miedos, sombras, felicidad, complicidad... Perdomo ha ido captando, lo que los modelos manifestaban ante su mirada. Tantos matices...
La serie “Kiri” de Rubén Perdomo, no carece de un dramatismo formal, a veces roza el clasicismo de la pintura tenebrista del XVII. También bebe de la tradición de los maestros de la fotografía y del retrato contemporáneo. Pero aparte de la cuidadísima labor al que el fotógrafo nos tiene acostumbrados, la serie está repleta de generosidad, la de las personas fotografiadas y la propia del artista que con su trato ha sacado lo mejor de cada modelo.
Como decía Amin Maalouf, “Ya no es demasiado pronto...”, casi siempre en el transcurso existencial de una persona, pocas veces ocurren las cosas como teníamos previstas, y cuando nos damos cuenta, ya es tarde para arreglar lo que hemos roto o descompuesto. La palabra que no teníamos que haber dicho, el abrazo que teníamos que haber dado, los dolores del alma que nunca se curan y acaban envileciéndonos. Quiero pensar que Rubén nos lleva a la inmortalidad en este trabajo. Es el gran Acto, es el aria por el que recordaremos la ópera de nuestros años transcurridos. Pero también vemos en las fotografías de Rubén, la plenitud y la belleza de ese inexorable tictac que marca el ritmo del tiempo con la cama de fondo y de soporte, como espacio regenerador de nuestro cuerpo.
Antonio Luque
Fotografies: Rubén Perdomo