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Manuel Morales tiene un trabajo intenso, que nos lleva al subsuelo, a la fuerza inherente de los elementos minerales, se podría decir que nos transforma y nos configura hacia una poética de lo efímero, a pesar de la de durabilidad de los materiales que usa, casi eternos.
A partir del descubrimiento de las propiedades y peculiaridades de la arcilla virgen, este material le ha llevado a trabajarlo de forma habitual en esculturas de gran formato a base de encofrados, hermanado el hierro o en los huecos que derivan de sus acciones, pequeñas piezas que acaban adquiriendo total autonomía. En todos los casos, situando los puntos áureos en desequilibrio para, posteriormente, volver a restablecer la armonía.
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