La cara es el espejismo del alma.

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La ficción del yo parece concentrarse en la geografía de nuestro rostro y, sin embargo, ¡qué frágil e incierta nuestra identidad personal!

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¡Cuánta lucha inútil para sentirnos dueños de nuestra vida, nuestro cuerpo y nuestros pensamientos! ¡Cuánto fracaso en nuestros intentos de poner, dignamente, en pie, el pelele que somos!

 

-No te conozcas nunca - gritaba el niño a los peregrinos que acudían al Oráculo de Delfos

 

Carles Mercader

 

 

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Carles Mercader nos acompaña con sus imágenes hacia un paradigma: El cuerpo no tiene limitaciones; pero a la vez es finito, acotable, y enormemente bello en su diversidad.

 

Contemplo las fotografías de Carles, su poética abarcable, intentando acercarme a sus modelos. A la extraña belleza con la que nos hace participes en un blanco y negro demoledor.  Hasta en las dos fotografías en las que el personaje no está representado, la persona está presente, imagino el cuerpo que habitó la estancia retratada… el armario donde nos hemos acostumbrado a guardar nuestros disfraces, haciéndonos Mercader una invitación a que ocupemos esos espacios.

 

Pero a la vez, ante el rigor de la fotografía de Carles, me pregunto ¿qué hay de honorabilidad en estos retratos?, y me doy cuenta de que a pesar del malestar e incomodidad que pueden causar en algunas personas, la honorabilidad está en la misma normalidad, en que cada búsqueda es la nuestra, en la empatía que siento ante cada flash frío y perfecto con el que el fotógrafo penetra en mi cerebro.